Según un estudio publicado de forma reciente en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), España es uno de los países con mayor huella hídrica del mundo: 2.461 m3 de agua al año por persona. Esta cantidad es realmente llamativa. Para hacernos una idea, un camión cisterna de tamaño medio puede cargar cerca de 15 m3, así pues la huella hídrica anual de cada español equivaldría a unos 164 camiones cisterna. Pero, cuidado, hay que saber interpretar este dato: la mayor parte corresponde a uso de agua de lluvia, mucha de ella, caída en otros países. La novedad de este trabajo de Arjen Hoekstra y Mesfin Mekonnen, de la Universidad de Twente (Holanda), es que muestra la huella hídrica de la humanidad a una escala mucho más detallada de lo que se había hecho hasta ahora. Tras analizar el uso del agua en cada país, los investigadores calculan que la huella hídrica media del mundo en el periodo 1996-2005 fue de 1.385 m3 al año por persona. Este concepto creado hace unos años por el propio Hoekstra incluye tanto el agua consumida directamente, como la empleada de forma indirecta en lo que comemos o los productos industriales que compramos. La huella estimada para España resulta algo más alta que otros cálculos anteriores, pero se acerca bastante a la de estudios españoles como los de Maite Aldaya y Alberto Garrido (que se supone que han dispuesto de información todavía más precisa sobre el terreno). En cualquier caso, en los cálculos de los holandeses se verifica que la huella hídrica per cápita de España es una de las más altas del mundo, quedando tan solo por delante Níger, Bolivia, EEUU y Portugal. ¿Hasta qué punto es malo tener una huella hídrica alta? Si en lugar de consumir agua, hablásemos de gastar dinero, diríamos que depende de cuánto tenga cada uno en el banco. Además, al igual que pasa con los billetes, el utilizar agua (para regar, por ejemplo) no significa que desaparezca. Como ocurre cíclicamente en nuestra cuenta corriente, a través de la lluvia y la nieve, se espera que cada cierto tiempo vuelvan las reservas. El problema viene cuando se gasta más cantidad de la que se dispone o cuando se quita de otros usos básicos, como el mantenimiento de los ecosistemas. “Es importante controlar cuál es nuestro presupuesto de agua en cada momento a escala de cuenca hidrográfica; esto habría que hacerlo no solo cada año, sino cada mes, o incluso en periodos todavía más cortos”, incide Maite Aldaya, consultora del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que ha trabajado en huella hídrica con Hoekstra. En un país como España parece sensato ahorrar agua en la cuenta corriente para cuando falte. Pero, existen otras particularidades. Como se ha explicado otras veces que se ha hablado de huella hídrica en el blog (con una bebida carbonatada con azúcar o con una pizza margarita), este concepto distingue tres tipos de agua distintos: azul, verde y gris. El color azul corresponde al agua de riego, el verde a la que cae en forma de lluvia y el gris a la que resulta contaminada. Está claro que no es nada bueno tener una huella hídrica alta en agua gris. Y tampoco es lo mismo usar mucha agua verde que azul. El estudio publicado en PNAS no da los datos concretos calculados para cada país, pero toda la documentación del trabajo de los holandeses está en Internet (vol.1 y vol.2). En el caso de la huella hídrica de España, se estima que de los 2.461 m3 anuales por persona, 338 m3 son de agua gris, 321 de azul y 1.802 de verde. Por comparar, a escala mundial, de los 1.385 m3 al año por persona, 216 m3 corresponden al color gris, 153 al azul y 1.015 al verde. Supongamos ahora que sigue mucho tiempo sin llover y empieza a haber escasez de agua: ¿Cómo se puede reducir de forma más eficaz la huella hídrica de los españoles? Según se vuelve a incidir una vez más en este estudio, resulta mínima la proporción de agua utilizada directamente en casa por un español, pues la mayor parte del gasto se produce en lo que comemos, en la agricultura (esta representa el 92% de la huella hídrica en el mundo). Así pues, aunque está muy bien ducharse en lugar de llenar la bañera y cerrar los grifos para no malgastar este recurso, todo esto vale de bien poco si no se incide en los alimentos. “Para los consumidores es difícil, pues no hay un etiquetado que oriente sobre la huella de cada producto”, comenta Aldaya. Como recuerda el estudio de Hoekstra y Mekonnen, la huella hídrica de cada país va a depender mucho de los hábitos alimenticios. En el caso de España, los productos para los que se utiliza más agua son: el cerdo, la leche, el bovino, el aceite de oliva, otras carnes, el trigo, el café, el vino, el azúcar, la soja… Esto es así por la cantidad de toneladas consumidas, pero también por la especial huella hídrica de estos alimentos; sobre todo de las carnes, por el agua necesaria para cultivar los piensos que se les da de comer a los animales. Según estimaciones de un trabajo anterior de Hoekstra de 2004, Water Footprints of Nations, producir un kilo de patatas en España tendría una huella hídrica de 53 litros de agua, un kilo de naranjas 362 litros, un kilo de lentejas 10.589 litros, un litro de aceite de oliva virgen 15.831 litros y un kilo de carne de vacuno 20.157 litros. Por otro lado, para interpretar de forma correcta la huella hídrica también resulta relevante el comercio internacional. En 2008, Barcelona tuvo que recurrir a barcos de agua procedentes de Francia para paliar la grave sequía que padeció entonces. Aunque éste parezca un caso extremo, la realidad es que se está transportando continuamente cargamentos de agua virtual por todo el mundo (la que se ha necesitado para fabricar los alimentos y otros productos de las importaciones y exportaciones). Según el estudio de PNAS, en el periodo 1996-2005, el comercio internacional movió 2.320 Gm3 al año de agua virtual, la mayor parte (un 76%) en forma de productos agrícolas. Los mayores exportados de agua virtual fueron EEUU, China, India y Brasil. Y los mayores importadores EEUU, Japón, Alemania y China. En la imagen que ilustra este post se muestran los principales flujos del agua virtual en el mundo, así como el balance en los intercambios comerciales: los países que aparecen en color verde (como EEUU) exportan más de la que importan y, al contrario, los que figuran en rojo (como España) traen más de fuera de la que aportan. Hoekstra y Mekonnen estiman que el 21% de la huella hídrica de los países del mundo se produce fuera de sus fronteras, en lugares desde los que se importara luego algún producto. En el caso de España, calculan que este porcentaje sube al 42,9%. Aunque los países más dependientes del agua exterior son Malta (un 92%), Kuwait (90%), Jordania (86%), Israel (82%)... Sorprende el porcentaje del Reino Unido, con un 75,2%, aunque no es por falta de agua, sino por su alta dependencia de la agricultura exterior. Los investigadores holandeses llaman la atención sobre la importancia de que los países con gran dependencia exterior asuman esta situación y adopten las políticas necesarias en el ámbito internacional para asegurarse un suministro de agua seguro y sostenible. ¿Es injusto que algunos países asuman parte de la huella hídrica de otros? En el balance de agua virtual de las exportaciones e importaciones, España pierde agua azul (de riego) que se va a otros países, pero gana mucha más verde (de lluvia). Así pues, el agua virtual que entra por medio de los productos agrícolas procede fundamentalmente de lluvia de otros países más húmedos, como Brasil o Argentina. Según subraya Aldaya, para mejorar la huella hídrica de un país se debe invertir en sistemas de riego más eficientes, favorecer los cultivos que consumen menos agua de riego, reducir la contaminación en la agricultura… El estudio destaca el ejemplo concreto de Bolivia y Níger: en el país andino, la huella hídrica de cada tonelada de carne es cinco veces la de la media global, mientras que en africano la huella hídrica de los cereales es seis veces la de la media. No obstante, como incide la española, otra de las posibilidad puede ser justamente recurrir al comercio, a una especie de trasvases de agua virtual; es decir, traer de otros países más húmedos los productos que consumen más agua. “Puede ser una forma de redistribuir este recurso”, comenta la consultora, que no obvia que el comercio internacional supone otro tipo de impactos. La cuestión puede ser controvertida. No obstante, como se ha comentado en algún post anterior, resulta interesante de analizar. Alberto Garrido, profesor de Economía agraria de la Universidad Politécnica de Madrid y subdirector del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, entidad que trabaja en el comercio de agua virtual desde 2009, considera que, en caso de escasez de agua en España, no solo hay que tener en cuenta la huella hídrica para favorecer los cultivos más eficientes, sino introducir además la variable económica. El planteamiento sería aprovechar las disponibilidad de agua de España para regar aquello que aporta más valor económico con menos agua y traer de fuera lo que gasta más con menores rendimientos. “Esto significaría fundamentalmente aumentar las importaciones de cereales (como trigo, maíz…), que se utilizan sobre todo para el pienso de los animales”, comenta. “Cada tonelada de maíz que llega a un puerto español es mucha agua". http://blogs.elpais.com/eco-lab
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